
Como el impío Voltaire
que murió pidiendo un cura,
en la postrer tesitura
con monjitas por doquier
Gramsci se puso a creer
y a besar una estampita
de la Santa Teresita,
dice la memoria histriónica
de aquella Iglesia hegemónica
que con Silvio cohabita
para que le sepa a cuerno
a Togliatti en el averno.
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