
Cuando la noche ultima sus tareas
y me alarma el hostil despertador,
escucho entre el murmullo afeitador
de Buruaga beatas melopeas,
del taxista honorario, sus peleas
y su verbal aceite de ricino,
del odre de Del Olmo, viejo vino,
y de Herrera, sus lógicas farrucas,
mas me mola el dial de cierto Lucas
y voy, si no hay anuncio, hasta Francino.
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