
La misión, llegado el día
incierto y electorero,
será gritarle al procero:
se acabó tu mercancía;
abandona la alcaldía;
vete ya con viento fresco;
evítanos tus caireles,
tu remilgo versallesco,
zalamero de discurso
karaoke; fina el curso;
yanta fuera de Cibeles.
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