Viene Rouco, y sus hermanos,
a insistir con su matraca,
porque del Gobierno saca
lo que quiere con dos manos;
pues lo divino y humano
no son cosas contrapuestas,
y la Iglesia está dispuesta
a joder al gay casado
y a la chica que ha abortado,
con su moral indigesta,
mientras pasa el monaguillo
con devoción el platillo.
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