Con papada pelicana
y alzada más bien minúscula
manda con fuerza mayúscula
en la selva castellana,
inspecciona la sabana
con ojos de cervatillo
por si algún felino pillo
le pisa los calcañares,
enseña hasta los molares
si buscan sus higadillos
y exhibe con impudicia
la color cardenalicia.
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