Pese a ser la cosa lógica
y una estricta ley de vida,
quizás la ocasión te pida
terciar con tu necrológica,
pues la murria fraseológica
llega a ser de tal calibre
que no quieres, ¡Dios te libre!,
que te acusen de ser menos
y caigan rayos y truenos
porque tu pluma no vibre.
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