La banalidad del mal
lleva al trío de las Azores
a disfrazar los "errores"
de aquel acto criminal
como si fuera banal:
una "jerarquía debida"
(cual la "obediencia debida"
que Eichmann y en la Argentina
elevaron a doctrina),
y, así, la terna bandida
mezcla excusas y negocios,
o disfruta de sus ocios.
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