Pues por sangre y tradición,
del salaz Felipe IV
hasta Isabel, que en un cuarto
demostraba su pasión
a cualquier duque o varón,
al que siguió Alfonso, el nieto,
que repartía sus gametos
con gran prodigalidad,
no es una barbaridad
creer que el nieto del nieto
en gajes de apartamento
resulte ser un portento.
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