Pide, con lirios y blondos,
un Van Gogh la Casa Blanca
y con muy culta retranca
los del Guggenheim, cachondos,
le mandan un váter hondo
aunque fabricado en oro
(y no del que alivió al moro),
así que ría la gente,
pero el cambio de presente
para Trump no es un desdoro.
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