Aquí está Javier Arenas,
sumido en el desconsuelo
por no habitar el subsuelo
que vio su sorda faena
desde la edad pleistocena,
pues apostó por Soraya
y ha perdido su atalaya,
aunque hay que descartar
que, con Pablo, el nuevo zar,
quiera tirar la toalla.
¡Eso sí, aconsejaría
no volver a Andalucía!
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