Dejo aparte a Gelsomina
y de Cabiria no hablo,
ni en el fílmico retablo
de las mujeres "fellinas",
me dice nada Vulpina,
la de carnes infinitas,
ni la humedecida Anita
en aquél plano tan heavy
de La Fontana di Trevi:
la que en mí por siempre habita
era, fue y siempre es
la gabacha Anouk Aimée.
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