Al jubilata severo
que recuerda lo que dijo
Lagarde con regocijo
de los viejos duraderos
se le desploma el braguero
al verla en el BCE
con su sañuda enjutez
y sus cálculos de duende,
porque de ella depende
la monetaria fluidez
contra este virus malvado
que al longevo ha emplazado.
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