Adiós a los paseíllos,
las orejas y capotes,
la muleta y el estoque;
silencio en el graderío,
las plazas, sin montecristos,
ni lluvia de almohadillas,
ni toreras chaquetillas,
ni maestros con canguelo,
ni flamear de pañuelos
en la fiesta toricida,
ni oír el himno coplero
"Paquito el Chocolatero".
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